GUIAME 1966

PROMOCION 1966 TNTE. GC GUILLERMO ALCANTARA MENA

UN COCODRILO MARINO


Con todo el respeto que se merece José Luis Gavidia, es la segunda vez, y ojalá que sea la última, que de tus ojos que no quieren ver la realidad política peruana, brotan lágrimas de «cocodrilo», cosa bastante rara, pues los cocodrilos son de río y no marinos como tú.
Al menos yo, no creo que éstas, tus lágrimas, sean sinceras. Tú no lo eres. Y eso está muy claro para el resto de peruanos como yo, y como aquellos que se dan real cuenta de tu soberbia, de tu absoluta falta de autocontrol que has demostrado cada vez que los periodistas de medios de Prensa no sumisos ni sometidos te hacían, o cómo a los que te gustaba asistir y pregonar tus medias ó cuartas verdades con preguntas y respuestas pre-fabricadas de antemano.

¿Dónde quedó tu orgullo de Marino formado en la Escuela Naval? ¿Dónde? Porque por lo que sabemos y conocemos de la Escuela Naval del Perú, no sólo son exigentes para el ingreso en el aspecto social, económico e intelectual asi como de los Valores Fundamentales, sinó también el estar imbuido en las buenas costumbres, y en eso, debo darle la razón al Congresista Roberto Chiabra, de que usted pasó por la Escuela Naval, pero la Escuela no pasó por usted.

Usted supuestamente es culto y sabe de cumplir disciplinadamente órdenes superiores, así es que olvidémonos del «no lo sabia» ó «no me lo dijeron», porque las órdenes se cumplen si ó sí, por acción ó por omision, y la Constitución que es la Ley de Leyes, dice que los funcionarios públicos, no deben hacer uso de los bienes del Estado en provecho propio,, y usted utilizó un avión del Estado para llevar de paseo a sus hijas lo cual es delito de «Prevaricato de uso» y nadie le ordenó ni obligó a hacerlo. Usted metió la mano con uñas y todo en la Caja Chica del Ministerio para satisfacer su hambre en lujos gastronómicos y para lucirse invitando a amigos y conocidos. Fué usted quien lo usó. Sólo usted.

Usted al momento de ser llamado para ofrecerle el puesto de Ministro de Defensa, no sé a cambio de qué, le preguntaron si tenía algún familiar hasta el cuarto grado de consanguinidad que trabajara para el Estado, porque ello está prohibido por ley, y usted lo ocultó. No dijo que su esposa trabajaba para el Estado, y ello le pareció seguramente fácil e hizo lo propio luego para que su hija empezara a trabajar para el Estado (y no le crítico el que ella sea lo suficientemente capaz en su profesión, ni por la Maestría lograda en el extranjero, que bien se lo merece). Usted debió decirle a su hija, que no lo hiciera y punto. La ley es la ley. Órdenes son órdenes.

Por ello si los «cocodrilos» no son marinos sinó fluviales, pero si lo son sus lágrimas porque provienen de un marino, entonces para estar a tono, le diré que tal vez usted creyó que el resto de peruanos éramos unos «cojinovas» y no nos daríamos cuenta; que usted se maneja una gran «concha de abanico» para tratar de hacernos creer lo que nos cuenta sollozando. Bueno pues, si las «guitarras» lloran, porqué no usted. Su soberbia lo hace pensar que aparte de usted y su familia, ¿el resto somos «bagres»? ¿O que nos puede domesticar como a los delfines? O como en tierra la «cabrá tira para el monte», en términos marinos podría interpretarse como el juntarse con «choros», y no precisamente «a la chalaca» sinó «lo chotano»

Se equivocó de cabo a rabo José Luis y abusó de la confianza que un incapaz para gobernar, pero jefe de una organización criminal para delinquir, depositara en usted tal vez para lograr algo. ¿Lo sabía? ¿O es que recién se entera por aquella prensa a la que acusa de haberse metido con lo que más quiere, su esposa y sus hijas lo cual lo ha destrozado moralmente? No mienta usted José Luis. No mienta como lo hacen sin vergüenza alguna sus ex Jefes inmediatos superiores, Pedro Castillo y Anibal Torres, porque fué usted sólito quien metió la «pata de burro» y perjudicó a las «machas» familiares de su hogar. No se vaya a «enterrar» ó mejor dicho enarenar como «muy muy» para no salir adelante en éste «encallamiento» en el por hoy, apacible otoño de su vida.

Mientras tanto, está usted castigado a subirse a lo más alto del mástil mayor, bajo la órden de: ¡Váyase al carajo! que debería de ser: ¡Súbase al carajo!


José Valdivia Sotomayor.

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